Creative Commons y el espíritu colaborativo en la red

Los híbridos sanitarios comparten sus reflexiones en internet. Pueden hacerlo a través de tuits, posts en sus blogs o compartiendo artículos científicos o guías de práctica que hayan elaborado. Así, otros pueden partir del conocimiento condensado en estas creaciones, reutilizarlo y generar nuevo conocimiento.

Alberto Ortiz de Zárate, actual Director de Atención Ciudadana en el Gobierno Vasco y uno de los pioneros en utilizar las redes sociales para fomentar el cambio en las administraciones públicas a través del blog «Admnistraciones en red«, nos habla hoy sobre el espíritu colaborativo en la red.

Es inevitable comenzar todo artículo sobre colaboración en red con la cita de G.B. Shaw:

Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana, e intercambiamos las manzanas, entonces tanto tú como yo seguiremos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea, e intercambiamos ideas, entonces ambos tendremos dos ideas.”

La idea es bella y es cierta, pero de tan repetida ya no mueve a la acción. Mucha gente piensa:

Si tú tienes una manzana y yo tengo una idea, quizá pueda venderte mi idea a cambio de tu manzana. Y quizá mañana pueda vender la misma idea a otra persona y así ir acumulando manzanas”.

Ambas posturas son racionales, aunque no igualmente bellas. Mientras que la segunda postura se basa en una idea estrecha del mercado, puramente competitiva y nunca colaborativa, la primera se sustenta en la idea del procomún, que es otra manera, radicalmente distinta a la del mercado, de gestionar bienes.

Sin entrar en un debate de fondo, que nos llevaría por lo caminos de la ética y de la economía, hay que admitir que en todas las épocas de la historia ha existido procomún; esto es, bienes que tienen un carácter común y pertenecen a todos los integrantes de una comunidad. Bajo el régimen que rige estos bienes, ninguna persona individual tiene un control exclusivo sobre el uso y la disposición de un recurso particular.

Desde la antigüedad, ha habido un interés por decidir qué recursos constituyen el procomún. De manera poco conflictiva, se ha considerado procomún los grandes recursos naturales: los mares, los ríos, el aire, pero también, y de forma mucho más controvertida, se han considerado elementos de procomún equipamientos elaborados por los seres humanos, como caminos, puentes o fuentes. Sin embargo, el conocimiento ha permanecido indetectado como bien –ya sea particular o comunitario- hasta tiempos mucho más recientes.

Internet es la gran utopía de nuestro tiempo. A diferencia de otras, esta es una utopía hecha realidad, el sueño de un anarquista benévolo. Internet ha expandido el procomún en el ámbito de la información y el conocimiento hasta dimensiones siderales. Ya no sé a cuantas bibliotecas de Alejandría equivale el contenido que cada día se añade a la red. Lo digital ha nacido para ser replicado y modificado. El efecto es imparable e invade los espacios donde la propiedad privada trata de refugiarse, como es notorio en el caso de las industrias musical y audiovisual.

Cada ciudadana o ciudadano es un posible creador de contenidos, al tiempo que un consumidor, un distribuidor y un modificador. Cada ciudadano es, además, un producto expuesto en las estanterías de las redes sociales para ser consumido. Como dice José Ignacio Lapido: “en esta función soy el domador, también la fiera domada”.

En resumen, una realidad compleja, pero que es la que nos toca vivir, con más o menos entusiasmo.

A partir del concepto del procomún, tenemos que sacar a la luz otro: el “dominio público”, que es la forma jurídica que suelen adquirir los elementos pertenecientes al procomún. Dominio público no es aquello que carece de dueño, sino aquello que pertenece a una comunidad; idealmente, a todos los seres humanos.

Tratar de traducir la idea de dominio público a las legislaciones efectivamente existentes en cada país es una tarea ardua, incluso cuando la restringimos a bienes de titularidad pública. Además, tenemos a muchas personas que siguen queriendo cambiar su idea por una manzana. Corremos el riesgo de un enfrentamiento entre los defensores del copyright y del copyleft. Por suerte, Lawrence Lessig tuvo la clarividencia de inventar un sistema, de aplicación internacional, y que salva la distancia entre las dos posturas: las licencias Creative Commons.

Lo primero que hay que entender es que el copyleft no es lo opuesto al copyright, a los derechos de autor, sino que es una práctica particular en el ejercicio de los derechos de autor que abre la posibilidad de compartir y reutilizar el conocimiento. Creative Commons dispone de una gama de licencias para que el autor pueda libremente decidir las condiciones bajo las que deja su obra; por ejemplo, si permite o no que un tercero produzca una obra derivada y que obtenga beneficios comerciales de ella.

No a todas las posibilidades de las licencias Creative Commons se las considera copyleft, puesto que ofrece un continuo de licencias más y más abiertas hasta llegar a la licencia de “dominio público”, donde se renuncia a la propia autoría. El ordenamiemto español no permite este extremo, puesto que los derechos morales de una obra son irrenunciables, así que la licencia más abierta en la práctica es la “CC-BY”, que permite su utilización, copia, redistribución, la elaboración de obra derivada y su comercialización, bajo la condición de que el reutilizador cite al autor como fuente de su obra.

Tenemos internet como gran espacio de procomún y una gama de licencias que establece reglas de juego sencillas. A partir de aquí, las posibilidades de colaboración son inmensas y abarcan todas las actividades humanas. En el mundo de las empresas privadas nace la llamada “wikinomía”; esto es, una nueva economía que obtiene beneficios de la colaboración y de la apertura, que entiende que es más rentable intercambiar ideas que tratar de cambiarlas por manzanas. Con mucha más razón, los servicios públicos han emprendido su camino para ser más eficaces y eficientes, más cercanos y democráticos, más sostenibles y satisfactorios mediante la aplicación de la colaboración en todos sus procesos.

El campo de la Sanidad pública se presenta especialmente apasionante y nos devuelve a los tiempos utópicos de Alma-Ata y su “salud para todos”. Sin ánimo de extenderme más, hay que considerar las posibilidades que trae la red –y no me refiero solo a Internet, sino al propio hecho de trabajar y relacionarnos en red, como forma opuesta a la jerarquía- para (a) la relación entre profesionales de la Sanidad, (b) la relación entre estos y sus pacientes y la ciudadanía en general y, por último, (c) la relación de los ciudadanos y pacientes entre sí.

Para no alargar este post, no voy a analizar las posibilidades de cada una de estas 3 redes, o de otras posibles, pero quiero dar una pincelada impresionista simplemente considerando alguno de los posibles roles que puede jugar una ciudadanía en red en el sistema sanitario:

  • ciudadano informado
  • ciudadano que opina
  • ciudadano que elige
  • ciudadano responsable de su proceso de salud
  • ciudadano que se relaciona en red con otros ciudadanos
  • ciudadano que evalúa los tratamientos y la gestión
  • ciudadano que investiga
  • ciudadano que ayuda a mejorar la sanidad

Por fin, no puedo acabar sin citar un ejemplo de colaboración que he vivido en primera persona del plural. Durante los primeros días de noviembre de 2010, un grupo de personas diseminadas por varios países elaboró, haciendo uso de sencillas herramientas colaborativas en internet, el manifiesto Salud 2.0: Líneas para una Sanidad Participativa, donde se exhorta a los sistemas sanitarios públicos a entrar en esta lógica de redes de colaboración. Se conoce a este documento como “Manifiesto de Abla”, porque su concepción se inició en el municipio de Abla (Almería), un lugar donde la ciudadanía en red es omnipresente. Pero esa es otra historia…

3 comentarios en “Creative Commons y el espíritu colaborativo en la red

  1. Evidentemente es un lujo contar con la opinión de Alorza. Desde mi punto de vista es la persona, que por su trayectoria, fusiona perfectamente la visión asistencial y la atención ciudadana en Euskadi, lo que le convierte en una de las voces más contrastadas para hablar de sanidad híbrida vasca. Felicitar, por tanto, a Raquel e Iñaki por su capacidad de persuasión.

    Como siempre el maestro deja claro hacia donde deben caminar los sistemas sanitarios públicos: «… entrar en esta lógica de redes de colaboración».

    Como el discurso en torno a profesionales y pacientes está garantizado, me gustaría provocar la participación del sector privado, de los proveedores de servicios. Y en particular de los proveedores de servicios tecnológicos.
    Las empresas deben buscar nuevos modelos de negocio que les permita monetizar sus servicios, en un escenario donde las ventas de licencias ya no es admisible. Los beneficios se deben buscar en la colaboración y en la apertura: wikieconomía.

    Sería muy interesante poder tener la visión de la sanidad híbrida desde el punto de vista de las empresas privadas proveedoras de tecnología.

  2. Pingback: Mi TL en Sanidad Híbrida #hibridsanit « alfrealday

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